“Déjame que te cuente, limeña” (2)
He de decir en principio que los restaurantes de los que os voy a hablar, al ser de cocina tradicional, comparten algunos platos en sus cartas; e intentaré explicarlos sin que ello signifique necesariamente que en uno me gustase más que en el otro, sino porque no quiero repetirme en las descripciones.
El primero que visité en orden cronológico fue “La Mar Brava”, sito en la calle Ramón Sanz de Adana y con la familia Chumpitaz como propietaria. Gente de El Callao, así que de pescado saben.
El local es pequeño y se nota a todas luces que fue un bar de barrio, e incluso no excesivamente bien tratado. Y un tanto difícil de localizar de primeras.
Daniel, el cocinero, es una persona sumamente agradable y competente en los fogones, y se está aplicando en reformarlo al tiempo que da de comer a un montón de gente. También supimos después que es un consumado bailarín de danzas tradicionales de su país, y varios títulos de “campeón de baile” adornan una de las columnas del local.
No está de más reservar mesa en el tfn. 942 140 631 por si las flys, sobre todo los fines de semana y las “horas punta”, aunque da de comer a todas horas desde la una del mediodía.
Probablemente os atienda Laura, su esposa, que se encarga de las mesas y la barra y os explicará en qué consisten los platos.
Allá que me presenté la primera vez para mi bautismo gastronómico peruano con dos amigos con el fin de invitarles, pues por esas fechas la Tierra dio otra vuelta completa sobre su elipse y se conmemoró la fecha que yo denomino “Otro Clavo en mi Ataúd” y que otros llaman “Cumpleaños”.
Dada nuestra ignorancia dijimos a Laura que nos diese de comer como quisiera, y rápidamente nos preguntó: “¿Tienen hambre?”.
La verdad es que si había, y respondimos afirmativamente y muy contentos. Error.
Ya expliqué en la entrada anterior que las raciones son de tipo “3XL”, y cuando nos sirvieron los primeros nos dimos cuenta de que no saldríamos fácilmente de allí.
Compartimos las raciones, y de primeras nos llegó lo que se puede considerar un plato-degustación: una RONDA MARINA, compuesta por una ración de CEBICHE (o “CEVICHE”, en eso no se ponen de acuerdo), del (no “la”) CHAUFA, un riquísimo arroz suelto perfumado y con un sabroso toque cítrico y sus “tropiezos” y LOMO SALTADO, tiras de lomo de cerdo asado con patatas fritas y un huevo frito coronándolo todo.
Otro plato también clásico es el llamado AEROPUERTO, donde también se nota la influencia de gastronomía de la numerosa emigración china y japonesa a Perú. Son productos típicamente de cocina oriental al gusto peruano, que incluye rebozados que recuerdan la tempura.
Se compone de un totum revolutum de arroz, fideo chino, pechuga de pollo y cerdo fritos y tortilla francesa troceada. Muy bueno.
Acompañamos la comida con cerveza “Cusqueña” en sus dos variedades, rubia y negra, y no me pareció gran cosa ninguna de las dos. Demasiado dulces y flojas.
Daniel, el cocinero y propietario, salió a contemplar nuestra derrota, y exclamó: “¡Venció Perú!”. Reímos.
Saciados y satisfechos hablamos un rato con él y nos dijo algo que yo había oído por ahí y es que la cocina peruana se está poniendo de moda en el Viejo Continente, y que su representante más conocido es Gastón Acurio, que triunfa en Madrid y en Europa y al que incluso quisieron proponer para Presidente del Gobierno peruano –no me extrañó demasiado, recordé al nuestro y…- que le proporcionó una anécdota sin querer: el mismísimo Acurio le felicitó en un tweet en su inauguración (y creo que no suele hacerlo), y desde entonces el bueno de Daniel tiene centenares de “seguidores” por todos lugares.
La segunda vez fui solo, y me pedí un CEBICHE MIXTO de entrada. Fabuloso.
Perdón, ¿dije “fabuloso”?. Pues no, FA-BU-LO-SO es más exacto.
Servido en una especie de “navío de loza” sobre conchas marinas con patata cocida y dos clases de maíz y un vaso de “chupito” con el líquido del marinado. Juro por Odín que no he comido cosa igual. Y conste que me gusta el pescado de siempre y lo como con frecuencia.
Tuve la suerte de que me acompañase en la mesa mientras comía él mismo y solo diré que hablar fue un placer y me enseñó cosas absolutamente desconocidas para mi, y calificó a su local como un con una expresión peruana que dice mucho: “WARIQUE”, que viene a significar “local semi-escondido y bueno”. Ya os dije que es incluso un tanto difícil de encontrar.
De segundo (uno no escarmienta) me fue servido un magnífico POLLO ASADO con YUCA FRITA y ENSALADA; con una salsa de mahonesa ligera y otra de ají suave; pollo que el mismo Daniel macera previamente en un preparado absolutamente secreto y confidencial que según me contó solo pasará a sus hijos, María Laura y el pequeño y simpático Santiago.
Excelente y muy recomendable. Sin más ni menos.
Curioseando por allí pude ver lo que sirven como raciones para picar o entrantes, y me entre todos me llamaron la atención los TAMALITOS, que consisten en una masa de maíz (CHOCLO) rellena de carne, cerdo, pescado o pollo con huevo, ají y cacahuete, servido atado en una hoja de plátano enrollada. Otra vez será.
Respecto a los postres –que decididamente no son lo mío- me llamaron la atención los caseros, entre los que se encuentra el SUSPIRO A LA LIMEÑA, una especie de dulce de leche o crema catalana con merengue cubriéndolo y flambeado posteriormente; y el ARROZ CON LECHE Y MAZAMORRA MORADA, el típico arroz con un budín de piña y manzana.
También tiene una pequeña carta de cócteles basados en el licor nacional, el PISCO, pero decididamente tampoco es lo mío.
En mi opinión merece mucho la pena conocerlo y degustar sus platos; y conste que no me une ningún tipo de relación familiar ni de negocios con ellos. Eso si, mi amistad la tienen, pero por méritos propios: son encantadores y muy amables.
Me queda un tanto lejos, pero volveré pronto. Vaya si volveré.
By Nacho.
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